Lima y su “Callejón de un solo caño”

El año 1958, el poeta y decimista Nicomedes Santa Cruz, mayormente, actuaba por la radio con Oscar Avilés y el conjunto Fiesta criolla; se disponían a grabar su primer disco LP con el conjunto criollo “kumanana” al que se integró el virtuoso guitarrista “el criollito». Transcurría enero de 1959 cuando Victoria Santa Cruz compuso la música de un vals, y Nicomedes le puso letra. Nació así el vals criollo peruano “Callejón de un solo caño”

El tema describe a todo un símbolo popular de aquella Lima antigua, en donde florecieron, tradiciones, costumbres y todo aquello que identificó a la sociedad criolla. Cuna de artistas, compositores, escritores, cantores, pintores, escultores, gastrónomos y todo aquello vinculado al arte y cultura criolla, caracterizada por su solidaridad y camaradería multicultural.
Los callejones, fueron espacios habitados por la gente de pocos recursos, en la época de la colonia española. Eran grandes extensiones de terreno cercados, donde había un sinnúmero de habitaciones, de diferentes dimensiones, según el tamaño de la familia que los ocupara, con suelos de tierra compactada, tanto en el interior de las habitaciones como en el exterior y solían tener , en el centro de la calle, un pilón, nombre con el que antiguamente se le denominaba a esa pila hecha de piedra y con un agujero, por donde emanaba el agua, que a su vez discurría por una acequia, que servía de desagüe.
Con el pasar del tiempo, se convirtió en un emblema, el agujero fue reemplazado por un tubo de hierro, llamado caño y este a su vez por un grifo o llave de paso, pero siempre conservó el nombre de “caño”, como muchas otras palabras que pasaron a formar parte del lenguaje popular.
El caño, era el centro de reunión, ahí se lavaba la ropa, los utensilios de cocina, los platos, etc. También servía para la higiene personal, la afeitada, la lavada de medio cuerpo y demás.

Vals «Callejón de un solo caño» variación con Ángel Lobatón «El Ibrahim Ferrer peruano»

Punto de reunión obligado, de los moradores del callejón, aquí discutían, se agarraban a los golpes, arreglando cualquier “entripado”, también servía para la chismografía (chafarderia), el cuchicheo, la maledicencia, el amiste. Pero también era el lugar perfecto para realizar un cónclave al aire libre y determinar el motivo, el lugar y los pormenores de la próxima jarana. Aquí se arreglaba todo, el caño era el comienzo o el fin de algo. Sin caño, no había callejón y sin callejón no había cultura criolla.
En el callejón, nace la «chapa», el mote, el apodo, la criollada, la jerga, el dicho, la picardía, la enjundia popular en su máxima expresión. Ahí cobraba vida, la esencia misma del “limeñismo”, con su sello propio y características inconfundibles, sello de identidad, o título oficial que otorgaba la ciudadanía de “limeño de pura cepa”, a quienes no “les faltaba callejón”
En el callejón,la guitarra se vuelve criolla, y el cajón le da un giro al vals Vienés, quitándole el aire burgués; nace también la marinera, con su primera y su segunda, como dijo doña facunda. Los bailes negroides originarios de Chincha, Cañete y el Carmen, se fusionan, el mestizaje los torna citadinos y jaraneros mas que en sus tierras de origen.
Los callejones, se transforman en escuelas de arte, santuarios de la sabiduría popular y fuentes de inspiración de talentosos artistas.

Las jaranas eran fiestas de tres días como mínimo y con todos los ingredientes necesarios. Su majestad el PISCO, era el rey indiscutible y el personaje central del evento, a la cerveza aun no se le invitaba, ni había sito para el ron o el whisky. El pisco se bebía puro y era de calidad depurada, traído directamente de las haciendas aledañas, no había lugar a la adulteración. Destilado de la cepa uva Italia, delicioso néctar. Los motivos de una jarana, podían ser de cualquier índole: desde un nacimiento, un casamiento, una muerte, un bautizo, un noviazgo, un cumpleaños y todo aquello que podía ser motivo de celebración.
Inicialmente los callejones fueron el alojamiento de negros esclavos traídos del África, luego esto fue cambiando, y comenzaron a integrarse otros grupos étnicos, como: los mestizos, cholos, sacalaguas y toda la amplia gama de razas que enriquecen nuestra querida patria, exceptuando claro está a chinos y japoneses, quienes no entraron en el «cuento».
El vals «Callejón de un solo caño” se grabó por primera vez el verano de 1959 en la voz de Juanita Núñez, y la guitarra de Víctor Reyes, Victoria Santa Cruz en la segunda voz y Alberto Urquizo en la guitarra segunda.

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