A dos años del terremoto Ica sigue con un hospital carpa

EL COMERCIO
EDITORIAL

Dos años después, el Hospital de Ica es una carpa
Tres ministros han pasado por la cartera de Salud desde que en agosto de 2007 un sismo acabó con la tranquilidad de Cañete, Chincha, Pisco, Ica y parte de Huancavelica. Sin embargo, a pesar de haber contado con un ministro por año, la ineficiencia del Estado sigue prevaleciendo en la lucha inconclusa por elevar el bienestar de localidades que viven en medio de la precariedad y además en una situación infrahumana en lo que corresponde a los servicios públicos de salud.

Lo que sucede con el Hospital Regional de Ica por ejemplo, tal y como explicó ayer un reportaje de El Comercio, es simplemente desolador, dramático y patético. Y es que en principio la ciudad aún no dispone de un nuevo nosocomio que reemplace los servicios que allí existían antes del terremoto. En su lugar solo existe un remedo —un hospital de campaña—, bajo cuyas carpas deben guarecerse pacientes y médicos ante las inclemencias de la paraca en invierno o una temperatura de 41 grados centígrados en la actual estación de calor.

En tales condiciones, queda poco para la imaginación. Desorden, tugurización, hacinamiento, estrechez, tres baños y un lavadero de manos para el uso de 30 enfermos y el cuerpo médico hablan del trato inhumano que los iqueños reciben del Estado Peruano. No queremos ni pensar en lo que sucedería si un virus nefasto infectara la zona. Probablemente sería mortal o causaría una gran epidemia porque las camillas de la supuesta área de hospitalización se hallan una a continuación a la otra. Ni hablar de la “sala de observación” o la de cuidados intensivos, ambas en crisis. ¡Qué decir del inexistente manejo de los contaminantes y peligrosos desechos hospitalarios!

Doble sufrimiento para los pacientes que cuando se enferman deben acudir a un hospital de campaña, y también para los médicos que allí trabajan. Según explicaron a nuestro Diario, además de carecer de instrumental, equipos y condiciones indispensables para ofrecer una atención adecuada, digna y humana tienen prohibido ejercer su derecho a expresarse, a quejarse y denunciar lo que sucede bajo de pena de sanción.

Esto es inconcebible, sobre todo en un país que pregona superávit y crecimiento, y donde las promesas de los últimos tres ministros de Salud —Carlos Vallejos, Hernán Garrido Lecca y el actual, Óscar Ugarte— no se han cumplido en lo más mínimo. A más de dos años de la tragedia, las autoridades regionales y municipales también tienen que asumir su cuota de irresponsabilidad, porque si bien el Hospital de Ica depende del sector Salud, nada justifica la inacción y la omisión frente al sufrimiento de los conciudadanos iqueños.

La presión pública ha logrado que servicios de salud de Pisco estén ahora avanzando. Lo mismo puede decirse de la construcción de escuelas en esa y otras localidades que fueron afectadas por el sismo.

¿Qué tiene que suceder en Ica para que no siga desguarnecida en materia de infraestructura social, hospitales y otros servicios públicos? Lo cierto es que hoy, a pesar de estar ubicada a escasas horas de Lima, está sumida en el más triste de los abandonos y es víctima de una de las peores formas de exclusión social.

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